En la compraventa de vehículos usados, especialmente entre profesionales de la automoción, es habitual encontrarse con operaciones en las que el vendedor decide ofrecer el coche “sin garantía”.
A veces se debe a que el vehículo tiene muchos años, un kilometraje elevado o simplemente porque el comprador lo adquiere “en el estado en que se encuentra”. En apariencia, parece una decisión lógica: un coche con cierto desgaste no debería generar responsabilidades adicionales.
Sin embargo, la realidad demuestra que un contrato sin garantía no protege tanto como parece.
Y ahí está la clave. Antes de pensar en cómo redactar un contrato de compraventa sin garantía, conviene preguntarse:
¿realmente es posible —o conveniente— vender un vehículo sin ningún tipo de respaldo?
Cuando hablamos de un contrato de compraventa sin garantía, nos referimos a un documento en el que el vendedor intenta dejar constancia de que no responderá ante posibles averías o defectos posteriores.
En teoría, esto busca evitar futuras reclamaciones, pero en la práctica esa cláusula no elimina las obligaciones legales mínimas ni impide que el comprador reclame por vicios ocultos.
Por eso, más que aprender a “redactar” este tipo de contrato, lo importante es entender qué implica.
Vender sin garantía no solo deja al comprador desprotegido, sino que puede poner en riesgo al profesional, ya que la ley sigue contemplando responsabilidades básicas aunque el contrato indique lo contrario.
Muchos profesionales confían en que redactar bien el contrato será suficiente para evitar reclamaciones. Se incluyen frases como “el vehículo se vende en el estado en que se encuentra” o “el comprador asume el riesgo de posibles defectos”.
Pero estas fórmulas no siempre tienen validez. Si surge una avería importante poco después de la venta, el comprador puede alegar desconocimiento, falta de información o defecto oculto.
Y en ese punto, el contrato deja de ser un escudo y se convierte en un documento fácilmente cuestionable.
De hecho, en los últimos años ha aumentado el número de reclamaciones en operaciones “sin garantía”, lo que demuestra que, aunque el papel diga una cosa, la responsabilidad del profesional sigue existiendo.
Más allá de lo legal, hay un aspecto que muchos profesionales subestiman: la reputación.
Un cliente insatisfecho puede generar comentarios negativos, reclamaciones en redes o incluso denuncias en organismos de consumo.
Todo por intentar ahorrar en una garantía que, a menudo, cuesta menos que el tiempo y el desgaste que implica gestionar un conflicto.
Además, cada reclamación conlleva tiempo: peritajes, revisiones, comunicaciones… procesos que interrumpen el día a día del negocio y acaban afectando a la rentabilidad.
En lugar de redactar contratos cada vez más complejos para eximirte de responsabilidad, la opción más práctica y rentable es incluir una garantía mecánica básica.
Estas garantías —como las que ofrece Garantía Global— están diseñadas precisamente para cubrir esos imprevistos que un contrato no puede prevenir.
Con una garantía mecánica económica, puedes vender un vehículo de más de 10 años o con 200.000 km sin temor a reclamaciones, porque cualquier incidencia posterior estará cubierta dentro de los términos acordados.
Y, lo más importante: aportas confianza al comprador, lo que facilita el cierre de la venta y mejora tu imagen como profesional
Durante años, vender sin garantía se veía como una forma de agilizar operaciones y evitar riesgos.
Hoy, es justo al revés: ofrecer una garantía se ha convertido en una ventaja competitiva.
Demuestra transparencia, compromiso y profesionalidad.
Además, las garantías actuales son flexibles y económicas, adaptadas a cada tipo de vehículo, por lo que ya no hay motivos reales para vender “sin cobertura”.
En Garantía Global ofrecemos garantías mecánicas económicas, adaptadas a cualquier tipo de vehículo, que te permiten vender con seguridad, cumplir con la normativa y proteger tu negocio.